Los Dólmenes de Antequera constituyen uno de los sitios prehistóricos más valiosos y reconocibles de Andalucía, a la altura de otros grandes yacimientos españoles de fama internacional tales como Atapuerca o Altamira. Junto con otros templos, tumbas y espacios ceremoniales como Orkney y Stonehenge (Reino Unido), Neegrange (Irlanda), Carnac (Francia) o los templos de Malta, las construcciones antequeras representan el máximo exponente del legado patrimonial y cultural más característico de las primeras sociedades neolíticas europeas: el megalitismo.
En nuestro recorrido por los Dólmenes de Antequera, nos trasportamos en un viaje en el tiempo, a una sociedad y a una forma de vida muy distinta a la actual, en la que los monumentos hechos con grandes piedras constituían una forma de dar orden a la existencia frente a lo imprevisible de la naturaleza, aseguraban la confianza en el porvenir frente a las dificultades y garantizaban la cohesión social frente al conflicto.
Antequera está situada en el centro de Andalucía y comprende tres monumentos culturales: los Dólmenes de Menga y de Viera y el tholos de El Romeral, además de dos monumentos naturales: las formaciones montañosas de La Peña de los Enamorados y El Torcal.
El comité del Patrimonio Mundial, en su cuadragésima reunión en Estambul en el año 2016, decidió inscribir el Sitio en la Lista del Patrimonio Mundial al cumplir los criterios (i), (iii) y (iv) como un bien cultural en serie, adoptando la Declaración de Valor Universal Excepcional por los siguientes motivos:
Se trata de una de las más antiguas y originales formas de monumentalización paisajística mediante la integración de arquitectura megalítica y naturaleza que se conoce en la Prehistoria mundial, un gran centro ritual cuyo origen se remonta a la primera mitad del IV milenio ANE. Las estructuras megalíticas parecen un paisaje natural (enterradas bajo túmulos de tierra) cuya orientación se basa en dos monumentos naturales: La Peña de los Enamorados y El Torcal, que conforman dos referencias visuales dentro del bien.
Uno de los elementos más relevantes del Sitio de los Dólmenes de gran prominencia y significación cultural en la región antequerana; la montaña conocida como La Peña de los Enamorados, que recuerda por su silueta a la cara de una persona durmiente. Se la conoce también como ‘El Indio’y hoy está dentro de una propiedad privada.
La ‘Peña de los Enamorados’ de Antequera es uno de los referentes del patrimonio natural de Andalucía, enclave para amantes de la naturaleza que se sitúa a 878 metros de altitud sobre el nivel del mar y que está indisolublemente ligado al perfil de la ciudad del Torcal. Irradia magia, como una especie de embrujo que atrae, y guarda historia.
Las investigaciones han constatado que la orientación de Menga es excepcional, pues no apunta a la salida del sol como es la norma en la inmensa mayoría de los megalitos ibéricos, y que se explica por la poderosa presencia de La Peña en el paisaje antequerano. En el sector norte de esta montaña, que es donde apunta el eje de simetría de Menga, se encuentra un espacio que en el período Neolítico estuvo investido de un especial significado simbólico y religioso. Este espacio incluye el abrigo de Matacabras, con pinturas rupestres de estilo esquemático y que probablemente fue un santuario, así como Piedras Blancas I, quizás un espacio de reunión relacionado con dicho santuario y la montaña. Las relaciones visuales y paisajísticas entre Menga y La Peña son posiblemente únicas en la Prehistoria europea.
El Dolmen de Menga es un megalito de galería en el que un atrio abierto hacia el exterior da paso a un segundo tramo de planta rectangular que, a modo corredor, sirve de acceso a la cámara por una alteración en la dirección de la línea de ambos laterales. Está constituido con técnica ortostática (grandes losas planas de forma irregular colocadas verticalmente sobre un zócalo de piedras horizontales. Sobre estos ortostatos, hay piedras irregulares, cada vez más pequeñas, y encajadas en seco, que sirven para aumentar la altura).
La longitud es de 27,50 metros considerando el tramo inicial del atrio. La altura aumenta desde la entrada con 2,70 metros hacia la cabecera donde se amplía hasta 3,50 metros. La anchura máxima es de 6 metros y se alcanza en el tercio final de la cámara, donde las últimas excavaciones han puesto al descubierto un pozo excavado en la arenisca de 1,50 de diámetro por 19,50 de profundidad, quedando alineado con los tres pilares que coinciden con la unión de las losas de cubierta.
Cada uno de los laterales del sepulcro está formado por 12 ortostatos, mientras que la cabecera lo está por uno solo. La cubierta la integran 5 losas, ya que falta la primera que formaría la entrada. El sepulcro se cubre con un túmulo de 50 metros de diámetro y está orientado hacia el Noreste (ángulo de 45º), es decir, al norte de la salida del sol en el solsticio de verano, una orientación totalmente excepcional en la arquitectura megalítica ibérica. Sin embargo la razón es el alineamiento con La Peña.
No se sabe con exactitud cuándo se construyó Menga, aunque existen datos que sugieren que pudo haber estado construido en una fase temprana del Neolítico Final, entre 3800 y 3400 ANE. Posteriormente fue utilizado de forma continuada como espacio sagrado o lugar funerario en la Edad del Cobre, la Edad del Bronce, la Edad del Hierro, la Antigüedad y el Medievo.
En el presente, el cementerio de la ciudad de Antequera se ubica en este mismo lugar, lo que manifiesta la pervivencia del valor y significación cultural a lo largo de casi seis milenios ininterrumpidamente con el uso funerario del espacio.
El Dolmen de Viera es un sepulcro de corredor, formado por un largo corredor segmentado en dos tramos, al final del cual se dispone una cámara cúbica a la que se accede por medio de una puerta perforada cuadrangularmente en una gran losa de piedra. Edificado como Menga con técnica ortostática, tiene un recorrido de algo más de 22 metros. Su anchura interior media, bastante regular, oscila entre 1,30 metros en sus tramos iniciales y 1,60 metros en el tramo final de la cámara.
Cada lateral del sepulcro debió estar formado por 16 ortostatos, de los que se conservan 14 en el lateral izquierdo y 15 en el derecho, mientras que la cabecera está compuesta por una sola losa. De la cubierta se conservan cinco cobijas íntegras y fragmentos de otras dos, y pueden superponérsele la existencia de cuatro cobijas más, desaparecidas en la actualidad.
La altura interior media es de poco más de dos metros. El sepulcro se cubre con un túmulo de 50 metros de diámetro, estando orientado ligeramente hacia el sureste (ángulo de 96º), por lo que en este aspecto sigue la norma convencional del megalitismo ibérico. La fecha de la construcción de este monumento es desconocida, aunque probablemente se erigió en una fase avanzada del Neolítico Final, con posterioridad a Menga, siendo luego utilizado como lugar de culto y enterramiento durante la Edad del Cobre, la Edad del Bronce y la Antigüedad.
El Romeral es un sepulcro tipo tholos con dos cámaras de planta circular. Tiene un corredor de paredes de mampostería se sección trapezoidal y cubierta adintelada que conserva 11 losas, con una longitud máxima conservada de 26,30 metros, una anchura media de 1,50 metros y una altura media de 1,95 metros.
La cámara, con cubierta abovedada por aproximación de hiladas, está elaborada con mampostería que terminan en una gran losa horizontal; es de planta circular, con 5,20 metros de diámetro y 3,75 metros de altura. Al fondo de este espacio se abre un vano que da acceso a un pequeño corredor que termina en una camarita, reproduciendo, a menor escala, la morfología y la técnica constructiva señaladas anteriormente.
Sólo las puertas de acceso a las cámaras están construidas con técnica ortostática. La longitud total conservada del sepulcro supera ligeramente los 34 metros y se cubre con un túmulo de 85 metros de diámetro. Orientado a un ángulo de 199º, es decir, en el octante S-SO del horizonte, es uno de los ejemplos excepcionales de alineación a la mitad occidental del cielo en toda la Península Ibérica. Su eje apunta exactamente a la mayor elevación de la sierra de El Torcal, conocida como Camorro de las Siete Mesas. Por su factura. El Romeral debe corresponder a la Edad del Cobre (c. 3200-2200 ANE), pero dado que este monumento no ha sido nunca excavado de forma científica, es difícil precisar más la fecha de su construcción.
Sí, Antequera vale bien una visita. A nosotros nos quedó por ver su Alcazaba y Torre del Homenaje, el Arco de los Gigantes, El Museo de Antequera, callejear sus callejuelas, pasear por el paisaje kárstico de El Torcal, uno de los mayores de Europa… eso lo haremos en la próxima visita.
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