Latitud 43º 47′ 23.6″ N, longitud 7º 41′ 17.9″W. Declarada Sitio Natural de Interés Nacional en 1933 y Zona de Especial Protección de los Valores Naturales.
Loca estaba por asomarme al océano, al mar, en este punto de Galicia en España, el más septentrional de la península Ibérica, ese punto que se adentra en el mar para separar geográficamente el océano Atlántico del mar Cantábrico, sí, estoy por fin en Punta de Estaca de Bares.
Me informo y leo que por este lado del Atlántico pasa la cálida corriente del Golfo, aunque estemos a 400 km más al norte que Nueva York. Estas aguas están en constante agitación y no se congelan. Estamos en el tramo de costa más recortada del litoral español. Una costa absolutamente salvaje, con rompientes, acantilados prácticamente verticales y pocos por no decir ningún abrigo, con preciosos arenales entre acantilados a los que es muy difícil su acceso por la pleamar.
La vista es espectacular desde esta meseta de 101 metros llamada Ventureiro, sobre este montículo se prolonga como un cuchillo la llamada Punta de Estaca de Bares, en un paisaje impresionante en el que los acantilados separan las rías de Ortigueira y del Barqueiro.
Es uno de los mejores puntos de Europa para observar aves, de hecho existe una estación ornitológica ya que cientos de miles de aves, en especial de septiembre a diciembre, pasan por aquí. Lo que no me esperaba fue el maravilloso recibimiento, acompañando un barco, pude ver delfines saltando, qué emoción, son mi debilidad, no sé muy bien qué me pasa con ellos. Y es que también es lugar de avistamiento de cetáceos.
Desde el parking, un camino de tierra te lleva al faro, iluminado desde el año 1850 sobre una vieja base de la armada española. Continuando el camino puedes llegar hasta la última piedra que forma el famoso cabo.
Llegar a este punto del viaje, a este lugar te recarga de energía y hace que te encuentres con Eolo. No había este día un oleaje imponente, ni niebla, ni tempestad en este paisaje afilado y salvaje. Lo que sí había era viento, siempre lo hay, de norte a sur, de este a oeste… y es que dicen que en esta parte del mundo es donde conversan entre sí todos los vientos del Universo.
Y del Faro seguimos rumbo al Puerto de Bares. Pertenece a Mañón, uno de los lugares del mundo donde todavía perviven las piedras de una obra de ingeniería tan antigua como grande. El puerto de Bares posee una excepcional importancia arqueológica pues, para su construcción se reutilizó un dique fenicio que data del siglo VII a.C.
El pequeño pueblo está en uno de los extremos de la playa, una playa semiurbana, semisalvaje, un parking y un par de restaurantes. Allí comimos, en A Muller Mariña, buena atención, buen pescado y marisco, terraza cubierta, todo muy bueno. Solamente una advertencia, no admiten reservas, por lo que en determinadas fechas puede ser «arriesgado» ir hasta allí. Nosotros solemos comer pronto, así que ninguna pega.
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