Día lluvioso y ventoso, pero sin desistir, así que del ‘banco más bonito del mundo, el de Loiba’, a la Playa de las Catedrales, no sin antes degustar unos mejillones, ¿qué es más que superiores?, pues eso, un exquisito arroz, un buen Albariño y una atención impecable en el restaurante del Hotel Voar en Ribadeo. Os lo recomiendo…, increíble.
Ibamos a degustar en Rinlo el arroz caldoso que nos había recomendado José Manuel de Casa Amando (www.casaamando.com), por cierto muy buen lugar para alojarse y desde allí visitar quizás toda una parte de la costa de A Coruña más desconocida y abrupta. En el restaurante A Cofradía en Rinlo no cabía un alfiler, y al no tener reserva, Miguel nos envió a Voar en Ribadeo, todo un acierto como digo. A mí en concreto me gusta preguntar y dejarme aconsejar.
Hay que saber que para visitar la Playa de las Catedrales hay un período en el que debes realizar con anterioridad la reserva. En 2015 entró en vigor un decreto, por tiempo indefinido, para poder visitar este Monumento Natural durante el periodo estival (julio-agosto-septiembre) y Semana Santa. La reserva se puede realizar en la web de la Consellería de Medio Ambiente (https://ascatedrais.xunta.gal/monatr/inicio?lang=es). Simplemente con el DNI y la reserva impresa puedes acceder.
Se generó gran polémica, pero está claro que un lugar así debe ser protegido, eso lo sabes cuando estás allí, y aunque el entorno lo puedes visitar sin problemas, tener la fortuna de bajar a la playa en horas de marea baja es poder recorrer, disfrutar y admirar 1.400 metros de playa de arena fina. Sí, estamos de acuerdo en que es una playa que entra en el listado de las mejores playas del mundo.
A saber también que esta es una playa de mareas vivas a la que la pleamar y bajamar afectan más que a otras playas y que si quieres bajar el día de tu visita nada mejor que consultar la web con el estado de las mareas (https://tablademareas.com/es/lugo/ribadeo) y saber a qué hora habrá bajamar el día de tu visita.
Creíamos que al estar lloviendo podríamos campar a nuestras anchas. Error, no pudimos evitar la marabunta multicolor que se genera, son 5.000 personas las que visitan la playa al día, cosa que me parece una barbaridad, la verdad. Y entre ella nosotros paseando por las formaciones geológicas de la playa, las cuevas, los pozos de agua, los pasillos de arena blanca… te sientes tan insignificante…
El lugar está muy bien acondicionado, varias zonas de aparcamiento, baños públicos de pago, zona de merenderos, restaurante, socorrista, servicios de vigilancia para evitar que la gente acceda por zonas restringidas, y un paseo acondicionado a lo largo de la costa para contemplar la flora autóctona del lugar y ver en esa parte superior del acantilado en marea alta, lo que debe ser un espectáculo sobrecogedor.
Y nos fuimos, mientras la marabunta multicolor seguía bajando a la playa. En estos meses de pandemia seguramente el lugar habrá agradecido la falta de numerosas visitas y eso habrá contribuido a la conservación de este tesoro de la costa gallega, un monumento natural con una dimensión sobrenatural.
Fue una visita corta e incómoda, llovía mucho, hacer fotografías casi imposible, es más, nos quedamos sin una de nuestras cámaras. Así que sintiéndolo mucho la galería de imágenes, no va a ser muy buena.
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