Cualquier excusa es buena para salir un día a pasear por la montaña con los amigos. Si esta es ir a por Rebollones, ya no es una excusa… es una obligación.
Así que ante una propuesta así… dicho y hecho. Ahí nos tienes ataviados con ropa de campo, con nuestras cestas de mimbre, cuchillitos para cortarlos… y sobre todo… ilusión que no falte. Profesionales de la ilusión y el optimismo.
Salimos temprano de Massamagrell (Valencia) para estar a primera hora en los bosques lindantes con la provincia de Teruel y primer descubrimiento: hay gente que madruga mucho más que tu, je, je.
Una vez a pie de montaña las preguntas de rigor… Lorenzo, ¿Por dónde empezamos? ¿Qué setas son las comestibles? ¿Cómo localizamos mejor los rebollones? etc. y Lorenzo nos da las explicaciones oportunas y entre una de sus respuestas una de las que más me gustó: ‘Todas las setas son comestibles, aunque algunas de ellas tan sólo una vez’.
Vicente y Virginia, Lorenzo y Mª Carmen, Matías y Estrella, Mª Carmen y yo… podíamos pensar que iríamos en parejitas acotando ordenadamente el terreno en busca del ‘rebollón perdido’. Pues nada más lejos de la realidad. Inmediatamente cada cual optó por la opción que más le apetecía: Las chicas con las chicas y los chicos… cada uno por su lado. Eso sí, cuando se encontraba un rebollón era todo un acontecimiento. No se tiraron cohetes porque está prohibido hacer fuego en el bosque.
Siguiendo las instrucciones de Lorenzo sobre la recolección de rebollones, buscaron (yo iba a lo mío… haciendo fotos) por las zonas umbrías de la montaña, en los lugares más frescos y húmedos ya que es en esos lugares donde el Lactarius deliciosus, el Rebollón, elige con más facilidad para emitir sus setas y reproducirse.
Pocas horas después, vuelta al lugar donde aparcamos los coches para almorzar y recuperar fuerzas. Es entonces sin saber de dónde empieza a salir jamón, embutido, vino, pan, aceitunas, ensaladas… hasta el extremo que olvidamos que habíamos ido a por Rebollones, je, je.
Una vez recuperadas las fuerzas comenzó el reparto del botín: ¡ale! un Robellón para ti, medio para ti y para ti nada que no te los has ganado. ¡Pero hice buenas fotos!
Proseguimos en camino con un enfoque totalmente cultural. Se trataba de averiguar en qué se diferencian Mora de Rubielos y Rubielos de Mora. Para ello visitamos los dos pueblos, recorrimos sus calles y cómo no, probamos su gastronomía ya que sólo así podíamos saber cuál de ellas nos gustó más.
Bueno, bromas aparte y exageraciones gratuitas, fue un día intenso de coqueteo con la naturaleza y la cultura de los pueblos y por supuesto los Rebollones. Un día entre amigos y los que entran a formar parte entre los que se seguirán recordando en muchas de las próximas reuniones.
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