Confesaros que este romántico pedacito en Italia de la región de Liguria, cerca de Génova y no muy lejos de Pisa es digno de conocer, pero con días suficientes, con tranquilidad, porque lo bonito es poder hacer los senderos a pie que van de un pueblecito a otro. Lo dejamos anotado para otra primavera o un otoño espero no muy lejano.
Cinque Terre (Cinco Tierras) es como se le denomina a esta serie de pueblecitos pegados al mar, encaramados a los riscos que se precipitan, con esas casas multicolor en azul, ocre, siena, rojo, teja, albero… Escuché a un profesor indicar a sus alumnos que estaban así pintados para saber desde el mar donde estaba cada uno su casa.
En 1997, a instancias de la provincia de La Spezia, a la que pertenecen, Cinque Terre, junto con Portovenere y las islas de Palmaria, Tino y Tinetto, fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En 1999 se creó también el Parco Nazionale delle Cinque Terre. Son patrimonio mundial porque significan el reconocimiento de que nadie debe alterar ni tocar, ni desfigurar nunca jamás estos milagros encaramados a los riscos que se precipitan al mar, salidos como de un sueño.
Estos cinco pueblecitos, a poca distancia unos de otros son Monterosso al Mare, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore. Están comunicados por tren, barco y senderos. Si en primavera hay gente, en verano nos dicen que no es muy recomendable la visita por la cantidad grandiosa de turistas. Los trenes discurren por túneles donde de vez en cuando asoma alguna ventana al mar de Liguria. Nosotros partimos de la estación de La Spezia a la de Riomaggiore después de comprar el bono con el cual puedes desplazarte durante todo un día por los cinco pueblecitos.
Debes de informarte bien sobre los senderos de trekking de Cinque Terre para no llevarte la sorpresa de que estén cerrados a causa de los desprendimientos del 2013, como nos pasó en la Vía dell’Amore de Riomaggiore a Manarola que pretendíamos realizar.
Riomaggiore es la primera de las Cinco Tierras y nos ofrece su calle principal en rampa, claro, muy animada por el comercio de restaurantes y tiendecitas que ofrecen toda clase de ‘recuerdos’. Las coloridas casas están intercaladas por empinados escalones y callejuelas estrechas, por allí vi una cartera escaleras arriba y abajo, y me acordé de mi hermana Juani, ufff. No pudimos ir a Manarola a pie en un recorrido integramente excavado en la pared rocosa, porque estaba cerrada la Vía dell’Amore, así que otra vez a la estación rumbo a Manarola.
Manarola, era el pueblo que más interés me despertaba, había oído que era el más espectacular de todos, pero no pude adentrarme en él y conocer ese sendero que lo bordea en un prolongado mirador. Subir esa cuesta de piedra lisa y sentarme un poco a tomar el sol y ver ese trozo de mar aprisionado entre rocas. Lo ví desde lejos, desde Corniglia que fue nuestro siguiente destino.
Corniglia es un pueblecito que tiene mucho encanto, dicen que es el más difícil de acceder por mar. Desde la estación para subir a él hay una empinadísima escalinata, en la que la vista de Manarola te la hace más llevadera. Se nos hizo la hora de comer y encontramos un restaurante, 100% recomendable, Il Porticciolo, buen vino y buen pescado del día. Cayó mientras estábamos comiendo una tromba de agua espectacular, qué suerte tuvimos, porque cuando terminamos el sol volvió a brillar como si nada. Es un espectáculo ver los viñedos en terraza por los que pasean los turistas que van de camino a Vernaza. Visitamos la Iglesia de San Pedro y desde la plaza volvimos en el ‘bendito’ autobús a la estación rumbo a Monterosso al Mare.
Saltamos Vernaza, no porque no nos gustara, no hay tiempo para todo, esta solo ha sido una toma de contacto, jeje. Monterosso al Mare era la última de las Cinco Tierras. Este es el pueblo de más alcurnia, dicen. No os puedo hablar de él, solamente estuvimos un rato en su Playa de Fegina donde tomamos un rico gelato italiano.
El Gelato es la versión italiana de lo que conocemos como helado, la diferencia radica en contener menor cantidad de aire, por lo que es más denso y cremoso que los helados que conocemos. Procurar no degustarlos en un bar o restaurante, buscar una verdadera Gelateria, el espectaculo de colores y sabores expuestos en montañas es una coquetería toda comestible que vale la pena!!!
De vuelta, preocupados en el ‘Intercity’… ¿parará en La Spezia?, jajaja. Y sí paró, así que rumbo a Florencia. Para finalizar, este post está dedicado a Voro y Pau, les va a gustar. Es un destino de los que nos gustan ¿a qué sí?.
Mª Carmen Izquierdo
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR