Tendré que hacer un cursillo intensivo para entender a mi amigo Matías. Qué quiere decir exactamente cuando dice… ‘esto está ahí al lado, es un paseo’: eso, o… ¿dos horas subiendo y bajando montañas para ir e ídem para volver?. Ya lo tengo claro, voy a hacer el cursillo.
En esta ocasión hemos ido al Castillo de Serra (Valencia), también conocido como el Castillo del Alto del Pino. En realidad se trata de una fortaleza de origen árabe construida alrededor del Siglo XI, y del que actualmente ya casi no queda nada.
El castillo de Serra se encuentra en un montículo a poco más de un kilómetro de la población precisamente de Serra (en línea recta, claro). Desde él se dominaba en sus momentos tanto el valle del Turia como el acceso a la Sierra Calderona. Según la documentación consultada, esta fortaleza no estaba precisamente destinada a acoger a población civil y pertenecía al sistema defensivo del norte de Valencia, junto con los castillos de Náquera del que ya no queda nada, y el de la localidad de Olocau.
Del Castillo del Alto del Pino, como digo queda bien poco, apenas unos 600 metros cuadrados en el que se alzan dos trozos de muralla, el aljibe y la torre del homenaje situada al noreste. Más información sobre este castillo es que se encuentra a 535 metros sobre el nivel del mar y es muy conocido en la provincia de Valencia al ser visible desde muchos puntos dada su privilegiada situación. La verdad es que su elegante silueta resalta encaramada a la montaña que le da nombre, y una vez arriba… las vistas son impresionantes.
Se puede acceder en vehículo hasta casi el pié del castillo por una pista forestal que arranca desde la entrada de la población de Serra. Pero eso no tiene gracia, hay que ir a pié, desde el mismo pueblo y si puede ser… amenazando lluvia para darle emoción a la excursión ¿verdad?.
Y si alguien se queda por el camino, siempre podemos decir que es ‘cosa de la selección natural’, aunque en esta ocasión, salimos Matías, Estrella, Estrella jr, Juani, Rosa, Manolo, Virginia, Vicente, María, Jesús, Rosa, Mireia, Héctor, Mª Carmen… y yo, claro. Y terminamos tras la caminata al Castillo de Serra en una cafetería en el pueblo viendo como ‘llovía a mares’ todos contentos de ver de la que nos acabábamos de librar. Esto es suerte, sí señor.
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