El Castillo de Moya, el Castillo de Los Bobadilla… ha sido uno de los destinos improvisados durante la marcha, en una de las últimas excursiones, para pasar el resto de la tarde.
La idea fantástica aunque para disfrutar de él, una tarde es claramente insuficiente.
Y ahí nos ves a todos: Paco y Mª Carmen con sus hijos Alejandro y Jorge, Vicente y Maribel con Paula y Mónica, Paco y Amparo con Andrea y Paula, Miguel y Carmen con Sergio y Daniel, Mª Carmen y yo… y como dice el famoso dicho español: ‘hasta el perro’, en este caso Kora… por hoy mascota oficial del grupo.
Para situarnos, Moya es un municipio de la provincia de Cuenca perteneciente a la comunidad autónoma de Castilla – La Mancha (España) con una población de poco más de 200 habitantes, situada al nordeste de la provincia. Está formado por la Villa y el Castillo de Moya, además de cuatro barrios o pedanías (El Arrabal de Moya, Santo Domingo de Moya –donde hoy está el ayuntamiento–, Los Huertos de Moya y Pedro Izquierdo de Moya).
La Villa de Moya fue declarada Conjunto Histórico – Artístico en 1982 y su fortaleza se encuentra en continuo proceso de restauración. Su aspecto a día de hoy es algo triste pero sin embargo, constituye una bellísima ruina con un potencial arqueológico sin precedentes. Asentada en una extensión de 140.000 metros cuadrados, su situación le permite una visibilidad estratégica y de hecho, está documentado que los primeros habitantes de la zona datan de la edad de bronce y que en la edad del hierro fue un importante castro ibérico según se deduce de los hallazgos cerámico.
Este conjunto tiene varios elementos notables dentro de la arquitectura militar española, entre la que destaca el Castillo. Este se encuentra en el sur cerrando el recinto de la muralla, separado de la población por un foso excavado y un fuerte muro exterior con cubos, de cuatro metros de espesor.
El Castillo de Moya es medio de dominio con el que la nobleza feudal se aseguraba la posesión de la Villa en el caso de disturbios o revueltas. En tal caso, la guarnición (escasa en aquellos tiempos) se encastillaba a la espera de refuerzos. En realidad, el Castillo de Moya no aseguraba la posesión de la Villa sino que protegía a quienes aseguraban esa propiedad.
Estratégicamente, el Castillo de Moya también era una unidad independiente de los recintos exteriores para aislarse en casos de crisis. Por ello, al cuerpo superior de esa torre se accedía mediante un puente levadizo de contrapeso.
Otro aspecto de defensa son sus barreras de artillería que comenzaron a proliferar en la segunda mitad del siglo quince. Estas se construyeron para adaptarse a los nuevos tiempos… mejor dicho, a los nuevos medios de expugnación. Al ser complicado izar piezas de fuegos a las altas torres y recintos de los castillos, se optó por la construcción de estos antemurales perimetrales donde se alojarían las cámaras de tiro, y a los que se les protegía de un foso seco normalmente excavado en la roca natural.
La Villa, también en la cima, conserva una iglesia, el ayuntamiento todavía en funcionamiento y los restos de otras seis iglesias. También se conservan algunas puertas de las 7 que en su día guardaban la Villa y la fortaleza, como son la puerta de la Villa, la puerta de los Ojos o la puerta de San Juan, entre otras.
Entre las Iglesias, destaca la de San Bartolomé con una planta de cruz latina con una sola nave, y con un crucero que se coronaba en una cúpula semiesférica sobre cuatro pechinas.
Como digo, mucho por ver y disfrutar en una sola tarde. ¡Hay que volver chicos!
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