Hace unos días me llama mi amigo Juan Díaz y me comenta que l´Associació d´Amics de Cristòfor Aguado tiene un compromiso para escribir un artículo para publicarlo en el libro de la Falla de la Ermita de Picassent y que si lo podíamos escribir. Le pregunté sobre qué tema debemos hablar y casi sorprendido me comenta… “¿Acaso no estamos en el año de Torre de Espioca?”. Una pregunta con respuesta incluida… él es así, je, je.
Bueno, pues dicho y hecho… manos al teclado y con todo el cariño posible, este es el texto que salió:
He vuelto a sonreír, a sentirme querida después de tantos años… siglos diría yo… de un largo olvido. A pesar de la huella del paso del tiempo sobre mi piel me siento con fuerza para vivir muchos años más, pero para ello necesito sentir el calor y el cuidado de mi gente y como digo lo vuelvo a sentir después de tanto tiempo. Es cierto que tengo algunos reconocimientos como por ejemplo que desde el día 19 de enero de 1993 gozo de la calificación de Bien de Interés Cultural con número 46.16.194-003 y anotación ministerial RI-51-0007339. Pero echaba en falta el calor humano a mi alrededor y gracias a iniciativas como las de Picafoto, el pasado año volvieron a visitarme mucha gente, a fotografiarme, lo reconozco… soy coqueta y gozo posando.
Me construyeron como estructura defensiva almohade sobre un lugar estratégico para ejercer a la perfección mi cometido para aquella época, allá por el siglo XI. Hoy, con tanta modernidad dicen que estoy en las coordenadas 39°18′54″N / 0°26′27″O. Para mí, en el complejo agrícola cultural de Torre Espioca junto a la Masía/Alquería de mismo nombre, se me puede ver perfectamente junto a la Autovía 7, a la parte contraria a los centros penitenciarios de Picassent 1 y 2, y en un lugar perfectamente accesible aunque en el interior de la alquería.
Nací esbelta, fuerte con cuerpo de piedra y argamasa. Como torre típica de la época tengo forma rectangular (de 4,95 por 5,6 metros en mi base), planta baja y tres pisos que me daban una altura de 18,47 metros… hoy, como les pasa a los humanos, con el tiempo he perdido algo de altura y mido 16,77 metros. Mi base es muy sólida, midiendo mis paredes 1,32 metros de espesor, disminuyendo y formando repisas a medida que asciendo para ganar visibilidad en el horizonte. A mi alrededor se construyeron edificaciones anexas que con el tiempo han desaparecido, aunque aún hoy se pueden encontrar algunos restos de ellas.
Volviendo a mis inicios, desde mi posición de atalaya ayudaba a ver venir a los ejércitos enemigos u otras amenazas con la mayor antelación posible. Si se daba alguna situación de riesgo para los habitantes de la zona, estos me utilizaban también para mediante el uso de señales de fuego o humo difundir rápidamente la información entre las diferentes alquerías cercanas, con el fin de que les diese tiempo para prepararse ante el posible ataque. Mi emplazamiento era estratégico y privilegiado ya que se encuentra en el extremo final de una cadena de colinas que la eleva sobre el territorio circundante, facilitándome una visibilidad de casi 360 grados. Esta posición es la mejor que las del resto de torres hermanas de las alquerías vecinas.
Con respecto a mi misión de torre defensiva ha cambiado mucho. Las vueltas que da la vida. Hoy convivo con dos torres más, las del centro penitenciario y si desde mí se vigilaba quien podía venir, desde las otras dos se vigila quien se puede ir.
La historia cuenta que en mis años de esplendor gozaba de gran respeto. Según Rafael Bosch í López, la primera referencia histórica documental que tenéis de mí como Torre de Espioca, os la proporciona el libro del Hechos de Jaume I, donde se narra que en una cabalgada que hizo el Rey con su ejército en el año 1233, cinco años antes de la caída de la ciudad de Valencia, pasando por mi lado y la alquería de Espioca, la cual estaba muy bien defendida, no nos atacaron y siguieron su camino hasta Almussafes. También es cierto que pocos años después, en 1238, la alquería de Espioca se rindió al ejército de Jaime I tras la caída de la ciudad de Valencia, al igual que lo hicieron gran parte de las alquerías del territorio, pero mediante un pacto especial en su rendimiento para evitar el uso de la violencia. El primer señor del nuevo lugar cristiano de Espioca fue Roderic Sabata.
Eran momentos de reconversión religiosa y para ello construyeron a pocos metros de mí, la primera y más antigua ermita del término de Picassent: La Parroquia de Santa María.
Como a mí, se la puede visitar con el permiso de los propietarios de la Alquería. Exactamente está ubicada dentro del complejo de la Alquería y durante muchos años fue la única Ermita para los diferentes núcleos urbanos colindantes. De hecho esta fue en sus orígenes también la parroquia matriz sobre los pueblos próximos como Alginet, Benifaió y Almussafes por tener sobre ellos jurisdicción eclesiástica.
Como en mi caso, con el tiempo todo va cambiando y en este caso el tejido de edificaciones parroquiales también cambió. Por ejemplo, la distancia entre núcleos poblados como Alginet y la Parroquia de Santa María fue un motivo alegado por los habitantes de este pueblo para conseguir desmembrase de ella. Una escasez de transporte adecuado y una distancia de casi cinco kilómetros convertían el viaje dificultoso, sobre todo durante las lluvias fuertes o momentos climatológicos extremos. Posiblemente por estas causas se llegó a la creación y el levantamiento de la vicaría de Alginet el 9 de octubre de 1375, que aunque aún se encontraba sometida a la Parroquia de Santa María, podían contar con un vicario perpetuo en la nueva vicaría y evitar así tan largo desplazamiento. Según Paco Beltrán (cronista oficial de Benifaió), fue precisamente esta vicaría el origen para el levantamiento de la posterior parroquia de Alginet el 2 de agosto del año 1537.
Por estas fechas Torre Espioca poseía una gran hegemonía sobre las poblaciones aledañas. Pero según se documenta, entre los años 1467 y 1537 debió suceder una serie de causas que condujeron a su despoblación. En algunos estudios se habla de que se vio golpeada por una serie de enfermedades como las fiebres Tercianas que diezmaron gran parte de la población, pero no se sabe muy bien. Lo que sí está más claro es que su escasa población decidió trasladar su residencia a Picassent. La antigua Torre Espioca permaneció despoblada hasta finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX, cuando se construyó la casa de Espioca.
He vivido desde mi nacimiento una gran transformación de mi entorno, he sufrido los avatares del tiempo y sobrevivido a guerras y como no, al azote climatológico. También he sufrido actuaciones impropias como la que se me realizó durante el pasado siglo en una reparación de mi remate, con almenas de materiales que no son adecuadas a mi construcción original. Aunque me encuentro en “un terreno cercado y protegido”, como lo está el resto de la Alquería, en el tiempo he sufrido casos de expolio y vandalismo urbano: Personas que acceden a mí… incluso con el amparo de la nocturnidad, para realizar excavaciones con detectores de metales en búsqueda de piezas de interés. Actos que están contribuyendo a mi deterioro y dejan tanta o más huella que el paso del tiempo.
Pero como digo, todo apunta a que mi vida está cambiando y eso me alegra enormemente. Durante 2016, el Grup Fotografic Picassent Picafoto, que se encuentra integrado en l´Associació d´Amics de Cristòfor Aguado, organizó la primera exposición monográfica de fotografía sobre mí con un gran éxito de participación ciudadana y así lo demuestran las más de 170 fotografías expuestas de la mano de unos 70 autores. Incluso realizaron un libro-catálogo con una selección de mis fotos. Durante el periodo previo a la exposición muchos de estos autores vinieron a visitarme en varias ocasiones y me fotografiaron desde lejos, cerca, de lado,… de día, de noche,… con un sol radiante, con nubes amenazadoras de lluvia,… desde el coche mientras se conducía por la autovía, incluso lo hicieron desde casa con las nuevas tecnologías… cientos de fotos para luego elegir aquellas en las que más guapa estaba. Me encantó volver a sentirme protagonista, apreciada y me estremecía cuando veía a gente que decía mientras me fotografiaba “Esta Torre es mágica, me transmite algo que no sé qué es pero no me canso de estar junto a ella”.
Me cuentan desde Picafoto que este 2017 es mi año… el año de Torre de Espioca, que van hacer otra exposición sobre mí, en este caso durante seis meses, en el Centro de Salud de Picassent, que en la web de l´Associació d´Amics de Cristòfor Aguado habrá una sección sólo para mí, que quieren organizarme una visita fotográfica en la que seguro les brindaré mi mejor sonrisa… gracias por demostrarme tanto cariño.
Por cierto. Sé, porque me lo han contado, que mi exposición en la Casa de la Cultura de Picassent también fue visitada por cientos de niños y hacían muchísimas preguntas sobre mí y eso es sinónimo de que les intereso y por supuesto me alaga. De las que me contaron, una realizada por un niño me llamó especialmente la atención: ¿Por qué me hicieron tan lejos? Fue la gente quien se marchó… yo siempre estuve aquí, nunca os dejé ni os dejaré.
*Fotografía principal de Vicente Garcés Huerta
*Segunda fotografía de Mª Carmen Izquierdo Molins
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